viernes, 7 de octubre de 2011

PONENCIA DEL COMITÉ CEREZO MÉXICO PARA EL FORO: "1968-2011: HISTORIA RETOMADA

PONENCIA DEL COMITÉ CEREZO MÉXICO PARA EL FORO: "1968-2011: HISTORIA RETOMADA" REALIZADO EL 26 DE SEPTIEMBRE DE 2011 EN LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DE LA UNAM

Retomar la historia para qué…

En este marco de conmemoración de un año más de los acontecimientos represivos del 2 de octubre de 1968 deberíamos necesariamente de preguntarnos para qué se retoma la historia; es decir bajo qué objetivos repensamos la historia del movimiento estudiantil. Esta es una tarea necesaria si consideramos que el Estado y la clase que ostenta el poder también se plantea la necesidad de retomar constantemente la historia y de replantearla de manera tal que sirva a los fines de control social que mejor les acomoden. Ante este hecho, deberíamos comenzar afirmando que llevamos una gran desventaja frente a la tarea de retomar la historia: el 68 es un buen ejemplo, recordamos con mayor claridad y certeza los hechos represivos y no necesariamente los proyectos y propuestas que se virtieron en torno a la educación y al papel que debían jugar los estudiantes en la sociedad. La marcha conmemorativa y el discurso del 68 se ha convertido, aunque no en todos los casos, en un fenómeno coyuntural y no, desafortunadamente, en un pretexto para organizarnos y reorganizarnos.
El derecho que los pueblos y los familiares de las víctimas tienen a la memoria se ha vuelto una mera caricatura. Porque restituir la memoria de las victimas de graves violaciones a los derechos humanos implica, necesariamente, el derecho no sólo a conocer los hechos represivos tal y como sucedieron, n tampoco el derecho a recordarlos de la manera que mejor nos plazca. El derecho a la memoria implica también que podemos y debemos recuperar los proyectos organizativos y las demandas de las víctimas, que debemos enarbolar las exigencias por las que ellos lucharon con el objetivo de eliminar y desarticular las estructuras estatales que permitieron que las violaciones a los derechos humanos ocurrieran.
Retomar la historia por tanto es hacer uso pleno de nuestro derecho a la memoria, pero es también servirnos de las experiencias de luchas pasadas para comprender los compromisos y retos que debemos enfrentar en el presente.  Es recordar los derechos que ganaron otras generaciones para seguir ejerciéndolos y defendiéndolos.
Retomemos pues la historia del movimiento estudiantil de 1968 y tratemos de dar luz a nuestro presente.
El movimiento estudiantil de 1968 no surgió por generación espontánea, más bien representó el grado máximo de organización de un proceso de concientización y descontento que se había generado desde al menos dos décadas atrás. Desde los años cuarenta la lógica de la guerra fría que asumía como el enemigo interno de toda sociedad al comunismo impacto con una serie de lógicas liberales al país, muchas de ellas se materializaron en ataques certeros en contra del modelo de educación socialista. Lo que se escondía detrás del estas políticas era el arrebato de una serie de triunfos sociales y la necesidad de imponer políticas de control social en la población para evitar que el fantasma del comunismo poseyera cada vez más a mayor número de personas. Esta lógica de control, derivada de la guerra fría, estuvo acompañada de una embestida discursiva para satanizar al enemigo interno “ganar las mentes y corazones de a población”, pero también estaba acompañada de reformas jurídicas en 1951 para consolidar el delito de disolución social (criminalizar la protesta).
Dicha mecánica de control social estaba dirigida en particular en contra de las organizaciones sociales que existían en todo el país. ¿Qué hicieron pues los estudiantes ante esta embestida liberal?
Primero que nada los estudiantes se articularon y organizaron para resistir las embestidas liberales que los golpeaba como sector y para esto echaron mano de sistemas organizativos tales como las federaciones, los consejos y las confederaciones. Arropados bajo las redes solidarias que la organización les permitía se dedicaron a defender los derechos conquistados, en el campo estudiantil, por otras generaciones. Hecho ante el cual el Estado perfeccionó sus métodos represivos y policíacos:  infiltró agentes que además de realizar tareas de espionaje funcionaban como provocadores, creo grupos de choque, utilizó la cooptación de organizaciones y líderes del movimiento estudiantil, uso la fuerza pública y, como una estrategia aún más perversa, creo grupos paramilitares. Los estudiantes entonces, se vieron obligados a resistir, al menos desde e sector que les correspondía, la embestida de la lógica liberal que emanaba de los estados unidos. Por ello los puntos de su pliego incluían: desaparición del cuerpo de granaderos, la renuncia de altos mandos del ejército, indemnización para los familiares de los muertos y la desaparición del artículo 145. Con ello apuntaban directamente a la estrategia policial, jurídica y social por medio de la cual se les atacaba.
¿Qué tiene que ver todo esto con nuestra realidad?
Actualmente la profundización de la crisis económica del sistema capitalista orilla a los países a reacomodar el control de los recursos geoestratégicos bajo el objetivo de sobrevivir a las contradicciones del mismo sistema que los ha vuelto millonarios. Para ello es necesario despojar a una serie de pueblos y naciones de los recursos que les pertenecen lo que implica profundizar las políticas neoliberales. No obstante saben también que tal profundización causará organización y descontento social, lo que hace más difícil  la apropiación de las ansiadas materias primas. Por lo que se vuelve necesario implantar una estrategia de control social. En México esa estrategia de control social se oculta detrás de la mentada guerra contra el narcotráfico que oculta tras de sí la estrategia de control social por medio de la cual se intenta prevenir y aniquilar cualquier forma de oposición y organización social que estorbe a los intereses capitalistas. Tal como en 1968 el discurso de guerra contra el narcotráfico ha creado a un enemigo interno, ahora no el comunismo sino el narcotráfico y el crimen organizado. Y tal como el 1968 la lucha por la legitimidad de esta lógica de guerra intenta ganar las mentes y corazones de la sociedad. No obstante a diferencia de aquel entonces, la estrategia de control social que se desarrolla, pese a estar dirigida con mayor saña a las organizaciones sociales y defensores de derechos humanos, contempla estrategias que se aplican contra la población en general. De ahí que se le haya bautizado como una guerra contra el pueblo.
La guerra contra el pueblo se caracteriza por al menos siete aspectos: construcción de un enemigo interno, uso del terror en contra de la población en general, militarización de la vida social y el territorio, criminalización y judicialización de la protesta social, uso del paramilitarismo, polarización social.
De acuerdo con el informe que hemos podido realizar, el uso de esta estrategia de control social apunta hacia la construcción de un Estado terrorista, que es el que cumple con las características necesarias para cumplir el objetivo final: el despojo total de los recursos geoestratégicos del país. Esto ha implicado algunos cambios en los modelos preponderantes que se utilizan para la represión política: mientras el número de presos por motivos políticos disminuye (lo que construye legitimidad al Estado) el número de desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales aumenta cada día más. Lo que es aún peor: el uso del paramilitarismo se vuelve una de las prácticas sistemáticas para atacar a los defensores de derechos humanos o luchadores sociales.
Al imponer la lógica de la lucha por la seguridad en el país, el Estado ha impuesto a todos nosotros una lógica de guerra. Y esa lógica de guerra impacta con sus debidos cambios y dimensiones en el ambiente y sector estudiantil. La reactivación de los grupos porriles emula el uso del paramilitarismo en el país, la reforma a los códigos y leyes para construir un marco jurídico que legalice la violación a los derechos humanos equivale a los recientes cambios y reformas que se han aprobado en la legislación universitaria y que disminuyen y aniquilan los derechos civiles y políticos de los estudiantes. La imposición del uso de cámaras, de restricciones para acceder a los planteles, el aumento de fuerzas e vigilancia emula la militarización del país. El objetivo es el mismo pero en escala pequeña: obtener el control de la población estudiantil para evitar que se opongan y organicen ante la nueva embestida por desarticular los proyectos de educación e imponer no sólo la privatización sino las lógicas neoliberales de educación.
En este contexto que hemos caracterizado resulta mucho más claro y menos abstracto pensar en retomar la historia. Hoy como antes los estudiantes deben organizarse políticamente para hacer frente a las embestidas que pretenden arrebatarnos el derecho a la educación social pública popular científica y humanística. Hoy más que nunca el movimiento estudiantil debe tener la capacidad de rechazar la entrada e implantación de la lógica de guerra en las universidades. Hoy más que nunca el movimiento estudiantil debe ser capaz de aglutinar en exigencias concretas aquellos aspectos que ataquen directamente los instrumentos por medio de los cuales se golpea a las universidades y al pueblo en general.
Retomar la historia para recuperar las herramientas políticas y organizativas que en ese momento permitieron que los estudiantes se enfrentaran con unidad a los ataques del Estado. Retomar la historia para aprender de los errores y para evitar que, como desde el 68, utilicen la lógica de división y confrontamiento entre nosotros mismos para desarticularnos. Retomar la historia para recordar que muchos de los proyectos de educación que hoy son atacados son resultado de la lucha estudiantil del 68. Retomar la historia para tener un pretexto que nos permita organizarnos.
Ante el contexto específico de la guerra contra el pueblo los estudiantes deben organizarse, difundir, denunciar, informar. Deben también tirar los mitos y verdades a medias por medio de las cuales el Estado impone su verdad oficial a la sociedad en general. Debe también tener la capacidad de evitar a toda costa caer en la lógica que intentan imponernos y repetir el discurso del Estado. Debe ante todo imponer la unidad.
Retomar la historia para entender que reunirnos coyunturalmente en una marcha ya no es suficiente. Que recordar tan sólo los hechos que ocurrieron en la plaza de las tres culturas es conocer la historia a medias.
Los estudiantes deben retomar la historia para recordar el papel fundamental que nos toca cumplir: luchar por que los derechos que otros ganaron para nosotros no se pierdan. De lo contrario retomar la historia puede ser una actividad gratamente intelectual, pero hueca y estéril.

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