PONENCIA DEL COMITÉ CEREZO MÉXICO
PARA EL FORO: "1968-2011: HISTORIA RETOMADA" REALIZADO EL 26 DE
SEPTIEMBRE DE 2011 EN LA FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIALES DE LA
UNAM
Retomar la historia para qué…
En
este marco de conmemoración de un año más de los acontecimientos
represivos del 2 de octubre de 1968 deberíamos necesariamente de
preguntarnos para qué se retoma la historia; es decir bajo qué objetivos
repensamos la historia del movimiento estudiantil. Esta es una tarea
necesaria si consideramos que el Estado y la clase que ostenta el poder
también se plantea la necesidad de retomar constantemente la historia y
de replantearla de manera tal que sirva a los fines de control social
que mejor les acomoden. Ante este hecho, deberíamos comenzar afirmando
que llevamos una gran desventaja frente a la tarea de retomar la
historia: el 68 es un buen ejemplo, recordamos con mayor claridad y
certeza los hechos represivos y no necesariamente los proyectos y
propuestas que se virtieron en torno a la educación y al papel que
debían jugar los estudiantes en la sociedad. La marcha conmemorativa y
el discurso del 68 se ha convertido, aunque no en todos los casos, en un
fenómeno coyuntural y no, desafortunadamente, en un pretexto para
organizarnos y reorganizarnos.
El derecho que los pueblos y los
familiares de las víctimas tienen a la memoria se ha vuelto una mera
caricatura. Porque restituir la memoria de las victimas de graves
violaciones a los derechos humanos implica, necesariamente, el derecho
no sólo a conocer los hechos represivos tal y como sucedieron, n tampoco
el derecho a recordarlos de la manera que mejor nos plazca. El derecho a
la memoria implica también que podemos y debemos recuperar los
proyectos organizativos y las demandas de las víctimas, que debemos
enarbolar las exigencias por las que ellos lucharon con el objetivo de
eliminar y desarticular las estructuras estatales que permitieron que
las violaciones a los derechos humanos ocurrieran.
Retomar la
historia por tanto es hacer uso pleno de nuestro derecho a la memoria,
pero es también servirnos de las experiencias de luchas pasadas para
comprender los compromisos y retos que debemos enfrentar en el
presente. Es recordar los derechos que ganaron otras generaciones para
seguir ejerciéndolos y defendiéndolos.
Retomemos pues la historia del movimiento estudiantil de 1968 y tratemos de dar luz a nuestro presente.
El
movimiento estudiantil de 1968 no surgió por generación espontánea, más
bien representó el grado máximo de organización de un proceso de
concientización y descontento que se había generado desde al menos dos
décadas atrás. Desde los años cuarenta la lógica de la guerra fría que
asumía como el enemigo interno de toda sociedad al comunismo impacto con
una serie de lógicas liberales al país, muchas de ellas se
materializaron en ataques certeros en contra del modelo de educación
socialista. Lo que se escondía detrás del estas políticas era el
arrebato de una serie de triunfos sociales y la necesidad de imponer
políticas de control social en la población para evitar que el fantasma
del comunismo poseyera cada vez más a mayor número de personas. Esta
lógica de control, derivada de la guerra fría, estuvo acompañada de una
embestida discursiva para satanizar al enemigo interno “ganar las mentes
y corazones de a población”, pero también estaba acompañada de reformas
jurídicas en 1951 para consolidar el delito de disolución social
(criminalizar la protesta).
Dicha mecánica de control social
estaba dirigida en particular en contra de las organizaciones sociales
que existían en todo el país. ¿Qué hicieron pues los estudiantes ante
esta embestida liberal?
Primero que nada los estudiantes se
articularon y organizaron para resistir las embestidas liberales que los
golpeaba como sector y para esto echaron mano de sistemas organizativos
tales como las federaciones, los consejos y las confederaciones.
Arropados bajo las redes solidarias que la organización les permitía se
dedicaron a defender los derechos conquistados, en el campo estudiantil,
por otras generaciones. Hecho ante el cual el Estado perfeccionó sus
métodos represivos y policíacos: infiltró agentes que además de
realizar tareas de espionaje funcionaban como provocadores, creo grupos
de choque, utilizó la cooptación de organizaciones y líderes del
movimiento estudiantil, uso la fuerza pública y, como una estrategia aún
más perversa, creo grupos paramilitares. Los estudiantes entonces, se
vieron obligados a resistir, al menos desde e sector que les
correspondía, la embestida de la lógica liberal que emanaba de los
estados unidos. Por ello los puntos de su pliego incluían: desaparición
del cuerpo de granaderos, la renuncia de altos mandos del ejército,
indemnización para los familiares de los muertos y la desaparición del
artículo 145. Con ello apuntaban directamente a la estrategia policial,
jurídica y social por medio de la cual se les atacaba.
¿Qué tiene que ver todo esto con nuestra realidad?
Actualmente
la profundización de la crisis económica del sistema capitalista orilla
a los países a reacomodar el control de los recursos geoestratégicos
bajo el objetivo de sobrevivir a las contradicciones del mismo sistema
que los ha vuelto millonarios. Para ello es necesario despojar a una
serie de pueblos y naciones de los recursos que les pertenecen lo que
implica profundizar las políticas neoliberales. No obstante saben
también que tal profundización causará organización y descontento
social, lo que hace más difícil la apropiación de las ansiadas materias
primas. Por lo que se vuelve necesario implantar una estrategia de
control social. En México esa estrategia de control social se oculta
detrás de la mentada guerra contra el narcotráfico que oculta tras de sí
la estrategia de control social por medio de la cual se intenta
prevenir y aniquilar cualquier forma de oposición y organización social
que estorbe a los intereses capitalistas. Tal como en 1968 el discurso
de guerra contra el narcotráfico ha creado a un enemigo interno, ahora
no el comunismo sino el narcotráfico y el crimen organizado. Y tal como
el 1968 la lucha por la legitimidad de esta lógica de guerra intenta
ganar las mentes y corazones de la sociedad. No obstante a diferencia de
aquel entonces, la estrategia de control social que se desarrolla, pese
a estar dirigida con mayor saña a las organizaciones sociales y
defensores de derechos humanos, contempla estrategias que se aplican
contra la población en general. De ahí que se le haya bautizado como una
guerra contra el pueblo.
La guerra contra el pueblo se
caracteriza por al menos siete aspectos: construcción de un enemigo
interno, uso del terror en contra de la población en general,
militarización de la vida social y el territorio, criminalización y
judicialización de la protesta social, uso del paramilitarismo,
polarización social.
De acuerdo con el informe que hemos podido
realizar, el uso de esta estrategia de control social apunta hacia la
construcción de un Estado terrorista, que es el que cumple con las
características necesarias para cumplir el objetivo final: el despojo
total de los recursos geoestratégicos del país. Esto ha implicado
algunos cambios en los modelos preponderantes que se utilizan para la
represión política: mientras el número de presos por motivos políticos
disminuye (lo que construye legitimidad al Estado) el número de
desapariciones forzadas y ejecuciones extrajudiciales aumenta cada día
más. Lo que es aún peor: el uso del paramilitarismo se vuelve una de las
prácticas sistemáticas para atacar a los defensores de derechos humanos
o luchadores sociales.
Al imponer la lógica de la lucha por la
seguridad en el país, el Estado ha impuesto a todos nosotros una lógica
de guerra. Y esa lógica de guerra impacta con sus debidos cambios y
dimensiones en el ambiente y sector estudiantil. La reactivación de los
grupos porriles emula el uso del paramilitarismo en el país, la reforma a
los códigos y leyes para construir un marco jurídico que legalice la
violación a los derechos humanos equivale a los recientes cambios y
reformas que se han aprobado en la legislación universitaria y que
disminuyen y aniquilan los derechos civiles y políticos de los
estudiantes. La imposición del uso de cámaras, de restricciones para
acceder a los planteles, el aumento de fuerzas e vigilancia emula la
militarización del país. El objetivo es el mismo pero en escala pequeña:
obtener el control de la población estudiantil para evitar que se
opongan y organicen ante la nueva embestida por desarticular los
proyectos de educación e imponer no sólo la privatización sino las
lógicas neoliberales de educación.
En este contexto que hemos
caracterizado resulta mucho más claro y menos abstracto pensar en
retomar la historia. Hoy como antes los estudiantes deben organizarse
políticamente para hacer frente a las embestidas que pretenden
arrebatarnos el derecho a la educación social pública popular científica
y humanística. Hoy más que nunca el movimiento estudiantil debe tener
la capacidad de rechazar la entrada e implantación de la lógica de
guerra en las universidades. Hoy más que nunca el movimiento estudiantil
debe ser capaz de aglutinar en exigencias concretas aquellos aspectos
que ataquen directamente los instrumentos por medio de los cuales se
golpea a las universidades y al pueblo en general.
Retomar la
historia para recuperar las herramientas políticas y organizativas que
en ese momento permitieron que los estudiantes se enfrentaran con unidad
a los ataques del Estado. Retomar la historia para aprender de los
errores y para evitar que, como desde el 68, utilicen la lógica de
división y confrontamiento entre nosotros mismos para desarticularnos.
Retomar la historia para recordar que muchos de los proyectos de
educación que hoy son atacados son resultado de la lucha estudiantil del
68. Retomar la historia para tener un pretexto que nos permita
organizarnos.
Ante el contexto específico de la guerra contra el
pueblo los estudiantes deben organizarse, difundir, denunciar, informar.
Deben también tirar los mitos y verdades a medias por medio de las
cuales el Estado impone su verdad oficial a la sociedad en general. Debe
también tener la capacidad de evitar a toda costa caer en la lógica que
intentan imponernos y repetir el discurso del Estado. Debe ante todo
imponer la unidad.
Retomar la historia para entender que reunirnos
coyunturalmente en una marcha ya no es suficiente. Que recordar tan
sólo los hechos que ocurrieron en la plaza de las tres culturas es
conocer la historia a medias.
Los estudiantes deben retomar la
historia para recordar el papel fundamental que nos toca cumplir: luchar
por que los derechos que otros ganaron para nosotros no se pierdan. De
lo contrario retomar la historia puede ser una actividad gratamente
intelectual, pero hueca y estéril.
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